Nos gusta pensar que somos racionales al comprar… que comparamos, analizamos precios y elegimos lo que más nos conviene. Pero la realidad es que muchas veces no manda la lógica, manda el corazón. ¿Te ha pasado que compras algo y después piensas: "¿para qué lo quería?"? Tranquilo, no eres el único. Las emociones influyen muchísimo más de lo que creemos.
Cuando estamos felices, compramos para celebrar 😃
Un logro, un aumento, una buena noticia… y ya estamos buscando algo para darnos un gustito. Esa emoción de satisfacción nos impulsa a consentirnos (y se vale), pero hay que hacerlo con conciencia, no con impulso.
Cuando estamos tristes o estresados, compramos para sentirnos mejor 😣
Este tipo de compra es la más peligrosa, porque viene desde una necesidad emocional. Comprar puede dar una sensación de control o alivio momentáneo, pero muchas veces termina en arrepentimiento (y con la cartera más vacía).
El miedo a perdernos algo (el famoso FOMO) también nos mueve 😟
Promos con tiempo límite, frases como “últimas piezas” o “solo hoy” nos disparan esa emoción de urgencia. Y ahí vamos, aunque no lo necesitemos, porque sentimos que si no lo compramos ahora, perdemos algo valioso.
También influye el entorno ✨
Ir a comprar acompañado, escuchar música en la tienda, el olor a nuevo… todo eso está diseñado para hacernos sentir algo. Y cuando sentimos, compramos.
Por eso es clave reconocer nuestras emociones antes de tomar una decisión. Preguntarnos: ¿lo necesito o solo me quiero apapachar? Y si nos queremos apapachar, está bien… pero hagámoslo de forma que no afecte nuestras finanzas. Y si ya decidimos darnos ese gustito, vale la pena hacerlo con opciones que nos den tranquilidad. Por ejemplo, si eliges Atrato como método de pago en el negocio afiliado de tu preferencia, puedes darte el gusto sin pagar todo de golpe. Así compras con el corazón… ¡pero también con inteligencia!
A veces solo se trata de parar un segundo, respirar, y pensar con claridad lo que sentimos. Eso nos ayuda a comprar mejor, sin culpas y con más control. 😌